El Ejército ruso pretende engañar al enemigo con tanques, lanzaderas y aviones inflables.

Los señuelos inflables para despistar al enemigo son un truco que ya se empleó durante la II Guerra Mundial y con los que Saddam Hussein trató de engañar a los americanos cuando intervinieron en 2003. Ahora Rusia recupera de nuevo la estratagema y decide equipar a su Ejército con tanques, lanzaderas de misiles y aviones inflables. Se trata de que, en el caso de que estallara una guerra, se pudiera despistar al enemigo con despliegues falsos de columnas de tanques, simular la instalación de baterías antiaéreas para disuadir a aviones hostiles o incitar a bombardear unidades fantasma, lo que hace perder munición y tiempo, dificultando así que sean halladas las verdaderas. Esta técnica de camuflaje o «maskirovka», como se denomina en ruso, forma parte de lo que la prensa rusa oficial e incluso algunos altos responsables llaman «guerra híbrida». El término se hizo especialmente popular en la víspera de la anexión de Crimea, en marzo de 2014. 

La península se llenó de los famosos «hombrecillos verdes», que no eran sino soldados rusos armados hasta los dientes, pero sin llevar en el uniforme ningún distintivo que permitiera identificarlos. Como se decía entonces en Moscú, esos «hombrecillos verdes», salidos supuestamente del pueblo llano, eran unos «benefactores» que aparecieron para impedir que la «junta fascista» que tomó el poder en Kiev tras la revuelta del Maidán pudieran doblegar a la población de Crimea. Poco después, el presidente Vladímir Putin admitió que aquellos camuflados eran efectivamente militares rusos e incluso reconoció que fue él quien dirigió personalmente la operación para la «reincorporación» de la península al conjunto de Rusia. Lo mismo sucedió, aunque sin el mismo éxito y con sangre, en las regiones del este de Ucrania de Donetsk y Lugansk. Según Moscú, los separatistas armados que se levantaron contra el poder de Kiev eran «mineros y tractoristas desesperados». 

Eso sí, armados, según los investigadores internacionales, hasta con lanzaderas de misiles Buk, como la que derribó el vuelo MH17 de Malaysia Airlines el 17 de julio de 2014 con 298 personas a bordo. Todas perecieron. El Kremlin ha negado siempre su presencia militar en el este de Ucrania e incluso, después de presentar pruebas fehacientes de ello como fue el caso de periodista de Pskov Lev Shlósberg, se dijo que eran «militares de vacaciones" que acudieron a Donetsk y Lugansk en ayuda de sus "hermanos». Esta semana, sin embargo, en el marco del foro económico moscovita «Rusia te llama», Putin confesó que «estábamos obligados a defender a la población rusohablante de Donbass» (sureste de Ucrania). Los expertos señalan otro ejemplo de «guerra híbrida» en los convoyes «humanitarios» que Moscú ha enviado en gran número a Donbass, al parecer, cargados de armas, no de alimentos y medicinas.

Engaño para los radares
La empresa encargada de suministrar armas hinchables al Ejército ruso se llama Rusbal y se encuentra en la localidad de Jotkovo, a medio centenar de kilómetros al noreste de Moscú. Fabrican con telas muy ligeras y resistentes, además de globos aerostáticos y camas elásticas, señuelos de aviones de combate, de sistemas antiaéreos, de tanques y otros armamentos. 

De momento, el Ministerio de Defensa ruso se ha dotado ya de réplicas hinchables de lanzaderas S-300 y aviones de combate Mig-31. Las torretas de los tanques giran como las de los prototipos reales, sus escotillas se abren, desprenden calor para confundir a los dispositivos de localización térmica y hasta emiten señales para que los radares enemigos los detecten como reales. Sólo falta esperar que una hipotética guerra se quede sólo en un ejercicito de simulación virtual.

Fuente: http://www.abc.es/internacional
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