“El
planeamiento de la defensa parte de la directiva política y esta debe
ser concreta. A veces se evita esa necesaria concreción y ello puede
costar caro. Por supuesto podemos cambiar la guía política en una tarde,
desgraciadamente cambiar la capacidad de defensa lleva mucho más tiempo
(1)”. Durante los últimos años el planeamiento de la defensa, en la OTAN y en España,
se ha basado principalmente en una percepción de baja amenaza y en la
reducida probabilidad de un conflicto con una potencia de elevado poder
militar convencional y nuclear. En consecuencia, el planeamiento de
fuerzas real, que resulta del gasto en defensa y no del simplemente
teórico cálculo que se transcribe en un documento que todo lo aguanta,
se ha orientado a la disposición de unas fuerzas capaces de operar de
forma expedicionaria en misiones de mantenimiento de la paz o de
estabilización y reconstrucción. Incluso en Afganistán la participación de la OTAN a través de ISAF se articula con ese concepto. En 2010 la OTAN aprobó un nuevo Concepto Estratégico en cuyo
preámbulo se afirmaba que con esa revisión se trataba de lograr que la
OTAN continuara siendo eficaz en un mundo cambiante, ante nuevas
amenazas, con capacidades nuevas y con nuevos socios.
Ese documento
constituye el primer eslabón del proceso de planeamiento de la defensa y
por tanto de la fuerza y capacidad militar de la Alianza y en gran parte, de la de sus miembros individualmente y por supuesto, de España. Al analizar el escenario estratégico se establecía que el área
euro-atlántica se encontraba en paz y que la amenaza de un ataque
convencional contra el territorio de la Alianza era baja, reconociendo
que ello se debía al mantenimiento histórico de una capacidad de defensa
robusta. En lo relativo a las relaciones con Rusia la Alianza
reconocía que la cooperación entre ambos es de importancia estratégica
ya que contribuye a crear un espacio común de paz, estabilidad y
seguridad. Se asumía que esta relación estaría basada en el respeto a
los principios democráticos y en la soberanía, independencia e
integridad territorial de los estados de la zona euro-atlántica, tal y
como se recogía en la Declaración de Roma y el NATO-Russia founding act. Como resultado y también por la presión de la crisis económica que
aún nos afecta, el esfuerzo en defensa de los países de la Alianza ha
ido reduciéndose y centrándose en el que se consideraba el escenario más
probable: conflictos de baja intensidad, estabilización y
reconstrucción.
La reducción de fuerzas y de capacidades es notoria y el
análisis serio de los presupuestos y su ejecución en los últimos 5 años
es el fiel espejo de la situación. Pero el estudio de la situación estratégica, ya en 2010, mostraba claramente que el área del Mar Negro y del Cáucaso
sur se conformaba como un nueva frontera euro-atlántica en la que
existe una larga historia de conflictos heredados de la era soviética,
especialmente en Georgia, Armenia y Azerbaiyán,
conflictos que han impedido el normal progreso y desarrollo de estos
países y en los que Rusia no ha dudado en intervenir con la
justificación de “proteger los derechos de los ciudadanos de origen
ruso” en esas regiones. Los países occidentales y muchos de los miembros de la Alianza se ven
afectados estratégicamente por la estabilidad y las decisiones
políticas que se tomen en esos países ya que son los corredores por los
que fluyen los productos energéticos (gas y petróleo) además de ser el
corredor por el que transitan las fuerzas de la OTAN y de EE.UU. que operan en Afganistán y Pakistán. Ucrania
no es una excepción y tiene por ello un interés estratégico casi vital
para Europa central y para los miembros de la Alianza, importancia que
no se le escapa a la estrategia y planeamiento de la defensa de Rusia.
Mientras los presupuestos de defensa de los países de la Alianza no
hacen más que decrecer, Rusia, desde 2001, casi cuadruplicaba el suyo
con aumentos medios anuales del 20%. En 2007 el parlamento ruso aprobó
la continuidad hasta 2015 de esos incrementos en el gasto de defensa. En Ucrania el porcentaje de población de origen ruso es del 17% aproximadamente, pero en la península de Crimea alcanzaba, en 2010, el 60%. Ya en el conflicto de Kosovo Rusia dejó claro su total disconformidad con la actuación de la OTAN y los EE.UU. Su apoyo a Serbia
fue claro y quizás no llegó al respaldo con fuerzas militares porque
Rusia aún no estaba preparada en 1999 para realizar tal esfuerzo.
Cualquier analista serio reconocía ya entonces el precedente que ahora
el presidente Putin no ha tardado en exponer al presidente Obama
para justificar una eventual intervención de Rusia en Crimea y no creo
que nadie dude de que en esta ocasión Rusia se encuentra preparada
política y militarmente para utilizar la fuerza, si fuera necesario,
para preservar sus intereses en la península.
La Alianza tendrá que hacer frente a esta situación y esperemos que
sea capaz de analizar sabiamente los ritmos a los que esta crisis se ha
ido moviendo desde hace años, pero si como el Concepto Estratégico
reconocía, la paz se había logrado en gran parte gracias al
mantenimiento de una capacidad de defensa robusta, quizás no estemos en
nuestro mejor momento. La OTAN se ha centrado en el establecimiento de la Fuerza de Reacción (NRF)
al igual que España se centra Ahora en la creación de una fuerza
conjunta de unos 60.000 efectivos. Estas fuerzas operativas tienen su
importancia como una capacidad de contingencia para conflictos de baja
intensidad en espacio y tiempo concretos; su valor como herramienta para
la transformación y entrenamiento en la operación conjunta es
incuestionable, pero ante un conflicto de mayor intensidad y mantenido
en el tiempo pueden mostrarse absolutamente insuficientes para
garantizar la adecuada rotación y renovación de fuerzas en combate que
garantice el cumplimiento de los objetivos asignados cuando se tuviera
que tomar la decisión de utilizar la fuerza en un conflicto.
La posible inestabilidad en la región del Cáucaso no era ni es la única en el escenario estratégico. La situación de Corea del Norte, el problema de Taiwán, el hecho de que China
continúe con un incremento cada vez mayor de su presupuesto de defensa y
del establecimiento de una fuerza espacial, aérea y naval sin
precedentes, la continua inestabilidad en el norte de África o las incertidumbres con Irán y Pakistán,
presentan un futuro al menos incierto. El planeamiento de la defensa
debe reconocerlo y recordar que, desgraciadamente, el axioma romano de
“si quieres la paz prepara la guerra” sigue estando vigente. En los años
20 y 30 del pasado siglo las potencias europeas, especialmente el Reino Unido y Francia
modificaron el planeamiento de la defensa sobre la base de que no se
produciría un nuevo conflicto de gran escala. El 1 de septiembre de 1939
Alemania invadió Polonia y los aliados tuvieron que cambiar la base política del planeamiento de la defensa en una tarde.
Fuente: http://www.infodefensa.com/
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