¿Construye China nuevos portaaviones?


La intervención del líder partidista de la provincia de Liaoning, Wang Min, quien comunicó que en Dalián se está construyendo un segundo portaviones chino, cuya construcción puede durar unos seis años, ha tenido gran repercusión internacional. De momento no está claro que indujo a Wang Min a hacer tal declaración y si fue consensuada con la dirigencia y las estructuras responsables de salvaguardar los secretos de Estado. Es probable que el dirigente se fuera de lengua, deseando destacar la ejecución por la industria de su provincia de un importante proyecto nacional. Ahora se tiene conocimiento de fuentes accesibles que China en 2013 emprendió la construcción paralela de dos portaviones: uno en Dalián y el otro en Shanghái, si bien la jefatura de Shanghái no hizo ninguna declaración al respecto. Tal como se puede suponer, ambos portaviones se están construyendo según un proyecto chino basado en el proyecto soviético 1143.5. Sobre la base de este proyecto se construyó el único portaviones ruso “Almirante Kuznetsov” y empezó a construirse el “Variag”, que luego fue transferido a China y hoy lleva el nombre de “Liaoning”. 

Aún en la década de los noventa la parte rusa hizo entrega a los chinos de una voluminosa documentación sobre el proyecto del portaviones. Probablemente los portaviones sean variantes perfeccionadas y agrandadas del “Liaoning” y utilicen el mismo sistema sin catapulta, pero con trampolín. Las fotografías que aparecieron el año pasado muestran que algunos compartimentos del casco del portaviones ya han sido construidos. En principio, es imposible ocultar del espionaje satelital el hecho de la construcción del portaviones, que rápidamente se hace del conocimiento de otros estados. De ahí que tal encubrimiento no tenga mayor sentido militar ni económico. Por otra parte, la observación formal del secreto en torno a la construcción tiene un gran sentido político. La política informativa china en lo concerniente a los nuevos sistemas de armamento parece ser muy bien pensada y podría servir de ejemplo para Rusia. Los complicados proyectos de construcción de maquinaria moderna son muy arriesgados. Incluso en los países desarrollados con frecuencia se alargan los plazos de construcción, se elevan los gastos planificados inicialmente, las pruebas resultan fallidas y surgen otros problemas. Al no difundir oficialmente los datos de sus proyectos prometedores, la parte china, por lo visto, no trata de tenerlos en secreto. 

La finalidad consiste en evitar la necesidad de mencionar con antelación plazos y cifras referentes al proyecto, cuando aún existen riesgos sustanciales de fracasos. Los nuevos programas se revelan a la opinión pública ya en una fase relativamente alta de disponibilidad. Los éxitos en su realización sirven al fortalecimiento de la sensación de seguridad y patriotismo de toda la nación, mientras que los fracasos ocurridos quedan fuera de cuadro. En Rusia, por el contrario, muchos proyectos se anuncian en los medios muchos antes de su aprobación oficial. Por si fuera poco, los dirigentes a veces por su cuenta y riesgo califican de inmejorables los plazos, los presupuestos y otros índices. Las inevitables rectificaciones posteriores de los parámetros de los proyectos suscita interrogantes y sospechas, y cualquier información sobre fallos durante las pruebas es acogida por la opinión pública como un fracaso total y da lugar a dudas sobre la suerte de todo el programa. Como resultado, incluso importantes y exitosos programas técnicamente complicados, quedan descreditados. Sobre este telón de fondo, la política informativa china es ejemplar.


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