Es un giro sobre lo que los poderes occidentales han creído hasta
ahora, y justifica el hecho de que la Casa Blanca haya decidido esperar y
ser prudente antes de determinar un curso de acción respecto a Siria,
después de haber recibido pruebas, enviadas por Israel, Francia y Reino
Unido, de que se han empleado armas químicas en ese país de Oriente
Próximo. Un grupo de investigadores de Naciones Unidas dice ahora que
tienen evidencias de que han sido los grupos rebeldes quienes han empleado en sus ataques gas sarín, un agente nervioso mortal. “Nuestros investigadores han estado en países vecinos [a Siria],
entrevistando a víctimas, médicos y en hospitales de campaña y, según
sus informes de la semana pasada, que yo he visto, hay sospechas fuertes
y concretas, aunque aún no son pruebas irrefutables, del uso de gas sarín,
dado el modo en que las víctimas tuvieron que ser tratadas”, dijo uno
de esos investigadores, la jurista suiza Carla del Ponte, fiscal en los
tribunales penales inernacionales parla Yugoslavia y Ruanda, en una
entrevista a un canal de televisión suizo, el domingo.
“Fue un uso por parte de la oposición, los rebeldes, y no por parte
de las autoridades gubernamentales”, añadió. Fue de hecho el régimen de Bachar El Asad
el primero en acusar a los rebeldes de uso de armas químicas, tras un
ataque en Alepo, el 19 de marzo. Un misil cargado con una sustancia no
identificada provocó entre los heridos síntomas de asfixia. Murieron al
menos 25 personas, y 100 resultaron heridas. Aquel incidente desató una
investigación de la ONU y de Estados Unidos, cuyo presidente, Barack
Obama, había indicado en agosto que el uso de armas químicas por parte
de El Asad abriría la vía a una intervención armada. Del Ponte forma parte de la Comisión Independiente Internacional de
Investigación en Siria de la ONU, encargada de determinar si ha habido
violaciones de los derechos humanos en ese país. Otro grupo de
investigadores, formado por la Secretaría General de la ONU para
determinar si se han empleado armas químicas,
no ha podido iniciar su misión porque el Gobierno sirio aún no ha
permitido su entrada en el país, a pesar de que en un principio les
invitó a efectuar allí sus pesquisas.
El conflicto en Siria comenzó en 2011 y se ha cobrado ya 70.000
vidas, según un recuento de la ONU. Hasta ahora, EE UU se ha resistido a
armar a los rebeldes y a sopesar una posible operación contra el
régimen por las acusaciones de uso de armas químicas, dado el hecho de
que los grupos opositores se hallan infiltrados por numerosas milicias
yihadistas, muchas de ellas afiliadas a Al Qaeda y su filial en Irak.
Esas células suelen acometer ataques suicidas contra la población civil
en Damasco, el bastión del régimen. La semana pasada, Turquía comenzó a tomar muestras de sangre a
heridos traídos a la frontera desde zonas de guerra, para determinar si
han sido expuestos a agentes químicos. Después de que varios opositores
llegaran a la ciudad tuca de Reyhanly, cerca de la frontera, con
problemas para respirar, se les llevó a un hospital, donde fueron
tratados y donde se les extrajeron muestras de sangre, informa Reuters.
El Gobierno turco investiga independientemente el uso de esas armas de
destrucción masiva. El Asad dispone de uno de los mayores arsenales de armas químicas de
Oriente Próximo. Según la inteligencia norteamericana se trata de 1.000
toneladas de gas sarín, gas mostaza y el agente nervioso VX, además de
cianuro, almacenados en al menos 17 puntos diferentes del país, todos
aún a recaudo del Ejército.
Fuente: http://internacional.elpais.com/
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