Occidente arrincona a Asad.

Carteles de protesta contra el régimen de Asad ayer, frente a la Embajada de Siria en Londres


El presidente sirio, Bachar al Asad, se ha quitado la máscara y ya no engaña a nadie. La comunidad internacional se ha cansado de hacer concesiones mientras el régimen sirio sigue ignorando sus advertencias, y ha decidido pasar a la acción. Occidente se ha unido en un solo frente y, como un efecto dominó, los gobiernos de España, Estados Unidos, Canadá, Francia, Alemania, Reino Unido, Italia, Bulgaria y Australia anunciaron ayer que expulsarán a los embajadores y miembros de las misiones diplomáticas sirias de sus respectivas capitales tras la matanza de Hula, en la que murieron más de un centenar de personas, la mitad de ellas niños. Francia fue el primer país en mover ficha. 

El recién llegado presidente francés, François Hollande, adelantó por la mañana la medida en cadena y horas más tarde se mostró incluso partidario de una intervención militar con el aval de Naciones Unidas. Según el Ministerio de Exteriores, el embajador sirio en Madrid, Hussam Edin Aala, y cuatro diplomáticos deberán abandonar el país en un plazo de 72 horas como respuesta a la «inaceptable» y «salvaje» represión de Asad contra la población civil. El Gobierno tomó esta medida, en coordinación con otros países europeos, y convocó al embajador sirio en el Palacio de Santa Cruz para comunicarle la expulsión y que se le declaraba «persona non grata». Mientras desde Occidente se cerraba el cerco diplomático contra Siria, el enviado especial de la ONU, Kofi Annan, trataba de rescatar su plan de paz en Damasco. Con un apretón de manos envenenado, el presidente Asad selló su compromiso de «seguir respetando» el alto el fuego como lo ha hecho hasta ahora. 

Se ve que para el «rais» 2.000 muertos no significan nada. Durante el encuentro con el mandatario sirio, el emisario de la ONU le trasladó la «grave preocupación» de la comunidad internacional por el incremento de la violencia y en particular por la masacre de Hula. Annan advirtió de que el éxito de la iniciativa de paz requiere «medidas audaces», como el cese de las hostilidades y la liberación los presos detenidos en las protestas. El Gobierno sirio le garantizó, a través del ministro de Exteriores, Walid al Moallem, que Damasco superará «todos los obstáculos que puedan dificultar la misión de los monitores de la ONU», al tiempo que responsabilizó a los países «que apoyan a los terroristas con armas, financiación o concesión de refugio» de intentar hacer que «la misión fracase». Tras una visita poco fructífera al país árabe, al mediador internacional no le ha quedado más remedio que agachar las orejas y dejar en manos del destino la solución a la crisis en Siria. 

Ayer se reavivaron los enfrentamientos entre fuerzas gubernamentales y el Ejército Libre de Siria en la localidad fronteriza de Atareb, en la provincia de Alepo, que dejaro un saldo de «veinte soldados del régimen, seis civiles y seis rebeldes muertos», informó un activista sirio a LA RAZÓN. «Cerca de 40.000 residentes han huido a causa de bombardeos de la aviación siria», agregó la fuente. Otras doce personas murieron en la provincia de Homs, bastión de la resistencia, seis en los suburbios de Damasco, tres en Hama y tres en Deraa. Esta espiral de violencia arrancó ayer una condena insólita por parte de Rusia, que estaría recibiendo la presión internacional para que respalde un cambio de régimen en el país árabe.

Fuente:  http://www.fuerzas-armadas.es

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