Washington redirige su potencial militar hacia Asia-Pacífico.

 
Ahogado entre noticias más espectaculares e inmediatas, el discurso de Obama en el Pentágono fijando los grandes rasgos de la estrategia estadounidense de seguridad nacional para los próximos años merece una particular atención. Uno de sus ejes directores es la concentración del grueso del potencial militar en Asia, y más concretamente el Pacífico. Pese a los recortes en el Ejército y el Cuerpo de Marines, se mantienen los 11 grupos de portaaviones y se confía en las alianzas regionales para hacer frente a una China resurgente en una época de recursos menguantes. Entre las grandes incógnitas encontramos el papel de Tokio y Nueva Delhi. 
 
Déficit fiscal, cansancio político, y preocupación por China
Aunque los cambios anunciados por Obama obedecen a una compleja combinación de factores, podemos apuntar tres grandes claves necesarias para entender su razón de ser. En primer lugar, el enorme déficit fiscal norteamericano, que obliga a llevar a cabo profundos recortes salvo pena de acabar verse forzado a efectuarlos de aun mayor alcance si la difícil situación económica no se estabiliza. En segundo, la dificultad de mantener largas campañas terrestres en el continente asiático, tanto por su gran coste económico, como por el cansancio que se apodera tanto de las élites políticas como de las masas populares, así como por la necesidad de no descuidar otros teatros. 

MacArthur ya advirtió en su día sobre la necesidad de evitar guerras terrestres en Asia, y su magistral golpe de mano en Inchon fue precisamente una demostración práctica de cómo proyectar fuerza desde el mar, evitando las largas campañas que caracterizaron los teatros italiano y birmano en la Segunda Guerra Mundial. Por otra parte, los teóricos de la contrainsurgencia clásica han advertido siempre de la necesidad de tiempo y paciencia para imponerse a un enemigo asimétrico, siendo famosa la frase de T. E. Lawrence que afirma que "hacer la guerra contra la subversión es lento y complicado, como tomar sopa con un cuchillo." En relación a otros teatros, son diversas las voces dentro y fuera de Estados Unidos que vienen advirtiendo de la necesidad de prestar más atención al Mar del Sur de China, donde Beijing persiste en reclamar la mayor parte de sus aguas, mientras la India y Japón entran gradualmente en la disputa en un intento de aliviar la presión sobre otras zonas en disputa con China. 

La Armada, la gran privilegiada en los recortes
La prioridad otorgada al poder naval, así como a las operaciones especiales lanzadas desde el mar, es clara no solamente en las palabras del mandatario estadounidense, sino lo que es aun más importante, en las directrices presupuestarias que las acompañan. Mientras que el Ejército y el Cuerpo de Marines ven disminuir significativamente su volumen de tropas, la Armada estadounidense consigue mantener sus 11 grupos aeronavales. Ello no quiere decir, naturalmente, que no tenga que asumir sacrificios en otras áreas, pero conserva su principal instrumento de proyección de fuerza. 

Es más, el abandono gradual de las grandes campañas de contrainsurgencia clásica, con su acompañamiento de reconstrucción de estados fallidos, supone la emergencia de una alternativa basada en las fuerzas especiales, las aéreas (incluidos los aviones no tripulados), y la formación y entrenamiento de fuerzas locales (tanto de naturaleza estatal como tribal). En parte, estos dos primeros instrumentos se desplegarán desde el mar, reforzando aun más el papel crucial de la Armada. Sin embargo, el Ejército ya ha advertido, por boca de su jefe de estado mayor, el General Odierno, que pretende mantener sus efectivos en Asia-Pacífico, y buscar un homólogo doctrinal al emergente concepto de la "batalla aeronaval", desarrollado por la Armada y el Ejército del Aire estadounidenses.

Reconstrucción nacional versus poder aéreo y fuerzas especiales: el gran dilema liberal
Aunque a estas alturas, el fin de las ambiciosas aventuras democratizadoras y modernizadoras en países como Irak parece claro, a la espera de que el péndulo vuelva a moverse en esta dirección, ello no es óbice para que debamos reconocer una profunda contradicción a nivel político. Por una parte, las modernas democracias liberales aborrecen las bajas propias, con lo que cualquier táctica o sistema de armamento que permita combatir sin sufrirlas, como sería el caso de los aviones no tripulados o el empleo de fuerzas locales, es sumamente atractiva. 

Sin embargo, la mente liberal no se siente cómoda con la persecución del interés nacional, necesita sentir y poder proclamar a los cuatro vientos que está luchando por algo aparentemente más noble, sea la democracia, el recorte de la tasa de natalidad infantil, o el futuro económico de un país asolado por la pobreza. Esta segunda motivación empuja hacia la contrainsurgencia, que se caracteriza precisamente, en su vertiente clásica, por ser predominantemente un empeño económico y político con la dosis justa de fuerza. En otras palabras, desarrollar la economía y construir un estado-nación moderno mientras se combate.

Por tanto, pese a que la estrategia anunciada por Obama se basa en la "intervención ligera", es posible que se vea cuestionada los próximos años, y que volvamos a ver despliegues terrestres significativos en zonas donde no son, estrictamente hablando, necesarios, pero donde podrían tener lugar bajo la presión combinada de la opinión pública y el lobby desarrollista, como ocurrió en su día en Somalia.

El papel de Japón y la India, una gran incógnita regional
Otro de los ejes de la nueva estrategia es confiar aun más en las alianzas regionales, buscando un papel más significativo de aliados clave como Tokio o Nueva Delhi. En este sentido podemos destacar la coincidencia en el tiempo con la decisión nipona de relajar sus restricciones a la exportación de armamento, abriendo las puertas a la cooperación industrial con Washington, ya notable en el campo de la defensa antimisiles. En relación a la India, continúa el gradual acercamiento, aunque las sanciones a Irán han puesto de manifiesto algunas diferencias claves que tendrán que ser gestionadas con mano izquierda por ambos países. 

Fuente: http://www.revistatenea.es

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