China exhibe su poder en el Pacífico.


El portaaviones chino Varyag que tan cerca estuvo de acabar convertido en un casino flotante en aguas de Macao, tiene ahora en vilo a toda la región Asia-Pacífico. Mientras espera en el puerto de Dalian a que el mando militar dé luz verde al inminente bautismo de su travesía inaugural, no cesan las reacciones en el continente asiático que evidencian la enorme preocupación que provoca que China ponga en el mar a su primer portaaviones. En los informes militares japoneses, en los alarmistas titulares de la prensa india o -incluso- en el análisis de los think tank australianos, el sentimiento es unánime: las aguas regionales son zona de alto riesgo y el peligro de un enfrentamiento bélico con China es real. Ello es así porque el Varyag entrará en escena en un teatro de operaciones donde la tensión está a la orden del día. 

En el Océano Pacífico occidental, de hecho, existen tres focos de conflicto potencial donde el gigante asiático podría ser protagonista: Corea del Norte en medio de su deriva nuclear, Taiwán ante un cambio de status quo y los archipiélagos—ricos en gas natural y recursos pesqueros— cuya soberanía reclaman varios países, incluida China. En esa zona del Pacífico, además, Pekín tiene también intereses económicos que defender, ya que por ahí transitan las más importantes arterias del comercio marítimo mundial que llevan hasta China el 60 por ciento de sus importaciones de crudo y de materias primas.

Unas aguas que, por si fuera poco, están además bajo la hegemonía de su gran rival del futuro, Estados Unidos, quien reiteradamente ha declarado su voluntad de seguirejerciendo su influencia en el Pacífico. En ese contexto, Pekín ha optado por poner un nuevo y poderoso peón en el tablero geopolítico asiático con la presentación en sociedad del Varyag, por mucho que los expertos reconozcan que su importancia militar es sólo relativa. “La verdadera importancia del portaaviones es que China anuncia que tiene la intención de convertirse en una gran potencia militar. Un portaaviones es ante todo un símbolo; con él, China muestra su poder”, explica Ian Storey, experto del Institute of Southeast Asian Studies de Singapur.

Comprado a Ucrania
El Varyag fue comprado a Ucrania en 1998, poco después de que la desintegración
de la Unión Soviética lo dejara a medio construir y China lo rescatara camino del desguace. En 2002, cuando parecía que, con sus 65.000 toneladas, sería el más exótico de los casinos de Macao, fue trasladado a Dalian para dotarlo de motores, sistemas de defensa y otros equipamientos. Casi una década después, el gigante asiático se convierte en el décimo país del planeta en tener un portaaviones. “China está construyendo su influencia en la región a través de su poder económico y su diplomacia, pero necesitan apuntalarla con una presencia militar fuerte”, apunta Richard Bitzinger, analista militar  de Rajaratnam School of International
Studies de Singapur, en referencia a su aspiración de ser una potencia en el año 2050.

Aparte del poder ofensivo que proyecta un barco de esas características, Bitzinger estima que el país asiático necesitará un mínimo de 10 años más para armar un grupo de combate que acompañe al portaaviones, y entonces su rol quedará reducido a poco más que ejercer su influencia enTaiwán y otras aguas próximas. Para que su fuerza naval tenga un impacto significativo, China debería tener al menos tres portaaviones, explica a este diario: uno en operación, otro para entrenamiento y un tercero reparándose, lo que le permitiría tener al menos uno de ellos siempre operativo. Tener más de tres concedería a China la capacidad de ejercer su poder en aguas del Océano Índico, zona de influencia de la India, su gran rival regional. 

Quizás por ello, en los mismos días en que se presentaba al Varyag, un alto funcionario
chino declaró aReuters lo que para muchos es un secreto a voces: “Dos portaaviones están en construcción en el astillero Jiangnan de Shanghai”. Según la Inteligencia estadounidense, dichos modelos autóctonos de segunda generación podrían estar en el agua en 2015.
“No debemos tener menos de tres portaaviones si lo que queremos es defender nuestros derechos e intereses marítimos de forma efectiva”, declaró el general LuoYuan, de la Academia de Ciencias Militares. A ello hay que sumar el creciente gasto militar chino, que ha incrementado un 70 por ciento en los últimos cinco años y rebasa ya —oficialmente— los 91.000 millones de dólares, una parte significativa destinada a modernizar su Armada.
Ahora bien, junto con su apuesta de rearme que Pekín considera “defensiva”, lo que más preocupa a los países de la región y a EEUU es el desarrollo del misil Dong Feng-21D, admitido públicamente por primera vez hace unos días por un alto mando del Ejército de Liberación Nacional. Aunque no se sabe si está desarrollándose o ya operativo, elDF-21D es un misil revolucionario que ningún otro país ha desarrollado nunca. Su alcance es de 2.700 kilómetros y habría sido concebido para destruir portaaviones desde tierra firme.
 

Objetivo en movimiento
Como cualquier otro misil balístico, sale propulsado por encima de la atmósfera y vuelve a entrar en ella para alcanzar su objetivo, pero lo que hace único alDF-21D es que el blanco esté en movimiento y que pueda maniobrar para esquivar el fuego enemigo. Si China lograra juntar toda esa tecnología y tener éxito, lo primero que hay que preguntarse es quién sería el objetivo del misil. Teniendo en cuenta que sólo Tailandia tiene un pequeño portaaviones construido en España, parece claro que su punto de mira está puesto en los tres portaaviones que tendrá la India en 2014- 2015 y, fundamentalmente, en los 11 de la USNavy. Los expertos no dudan de que si Pekín logra desarrollar exitosamente elDF-21D, las fuerzas se equilibrarían bastante en el caso de un eventual conflicto entre China y EEUU a propósito de Taiwán, donde los portaaviones estadounidenses estarían normalmente llamados a jugar
un papel decisivo. Si a ello unimos que la Administración Obama pretende recortar entre 400.000 millones y un billón de dólares en gasto militar, lo que previsiblemente
tendrá un cierto impacto en su presencia en Asia, Washington ya no debería asumir su supremacía naval en esas aguas, apuntan algunos observadores.


Manda el secretismo
En cualquier caso, todos estos acontecimientos además del secretismo que acompaña a los planes militares que el gigante asiático tiene en proyecto, han puesto en guardia a la región ante la convicción de que China está poniendo hoy los cimientos de su futura dominación regional. “Las fricciones de China con EEUU, Japón y la India permanecerán y se intensificarán. A medida que los incidentes aumenten, en la misma proporción crece la posibilidad de que un episodio escale a confrontación armada, crisis diplomática e incluso un conflicto bélico”, reza un informe del think tank australiano Lowy Institute sobre comportamiento y riesgos en el Mar de la China Meridional y en el Mar del Este de China.
Por su parte, Tokio advertía en su informe anual de Defensa, hecho público dos días después de la presentación del Varyag, que la forma en que China ha gestionado sus conflictos regionales es prueba suficiente para estar preocupado con el rearme chino. 

“Cuando ha tenido que gestionar conflictos de interés con los países vecinos, como Japón, China ha respondido de una forma coercitiva, alimentando los temores acerca del futuro”, apunta el informe. Éste hace alusión a la tensión que estalló el año pasado entre Japón y China tras unos ejercicios navales chinos cerca de la isla japonesa de Okinawa y que continuó con la detención del capitán de un barco pesquero chino. Los incidentes provocaron una crisis diplomática durante la cual China cortó sus exportaciones de tierras raras a Japón, que son clave para el sector industrial nipón.

“La ausencia de medidas de confianza y de mecanismos de prevención de conflictos en el Mar de la China Meridional sugiere que sólo es cuestión de tiempo antes de que un incidente en el océano escale hacia una confrontación más seria, con consecuencias preocupantes para la estabilidad regional”, concluye Ian Storey.

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