Avances tecnológicos contribuyen a mejorar los camuflajes.


Los desarrollos de la nanotecnología, la imitación de los animales, el análisis de imágenes y otros campos científicos están contribuyendo a desarrollar nuevas técnicas de camuflaje, ocultación y decepción para contrarrestar los avances de los equipos de detección y localización y las armas de precisión.

Desde la aparición de las pólvoras sin humo y los mayores alcances de las armas, que obligaron a cambios en las tácticas de combate, se ha producido una modificación en la uniformidad de los soldados desde los vistosos uniformes del siglo XVIII hasta los actuales uniformes de combate que favorecen que los soldados permanezcan ocultos, evitando su localización y, por tanto, que se conviertan en objetivos de sus adversarios.


Los modelos de camuflaje natural están siendo sustituidos por nuevos diseños cuyo objetivo es evitar la detección.

Una primera fase ha sido sustituir las manchas de color de tamaño relativamente grande por modelos más pequeños digitales, pixelados, que están basados en la comprensión de la respuesta neurológica humana y la medida del desorden (cutter metrics), que mide como pueden localizarse e identificarse los objetos frente al fondo en que aparecen.

Esta medida del desorden es una medida importante de imágenes para evaluar el rendimiento esperado de los algoritmos del sensor y del detector.

Canadá es el líder en los nuevos uniformes, con un modelo revolucionario (CADPAT) que altera la estructura geométrica básica irregular (fractal), que imita el moteado, la textura y los limites irregulares que se encuentran en la naturaleza. Y que ha sido imitado por otros ejércitos, comolos marines con su uniforme MARPAT.

También se están investigando nuevos tipos de camuflajes, que se adaptan al entorno, como el cambio de color de los camaleones o de los peces, que utilizan proteinas de sus células para modifican los cristales de los pigmentos que tienen en su piel. Científicos de los laboratorios Sandia han tomado este modelo para comenzar a desarrollar un material sintético, que imita a los animales para cambiar de color. Y han superado dos problemas, el primero la disminución de la energía necesaria para que la proteina pueda actuar y el segundo desarrollar un interruptor que controle el proceso de cambio. En el caso de la energía utilizan la misma que la de la naturaleza, ATP, adenosina trifosfato, y para el interruptor han insertado genéticamente un puerto artificial en las macromoléculas de las proteínas motoras. No obstante estos desarrollos, según los expertos de los laboratorios Sandia aún se tardaría de cinco a diez años en fabricar esta clase de tejidos.

Además de la adaptación al entorno, los nuevos uniformes han de enmascarar el calor desprendido por los soldados para evitar la detección por gafas de visión nocturna y cámaras térmicas. Así los uniformes deben modificar sus diseños para disimular líneas rectas en bolsillos, que atraen la atención de los observadores. Otras formas de facilitar el camuflaje son pinturas para manos y cara que eliminen el brillo térmico de las mismas. 


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