Israel
ha decidido mantener un nivel elevado de alerta en su frontera norte,
para protegerse ante las posibles represalias por parte del régimen de
Bachar El Asad, al que atacó repetidamente por aire viernes y domingo, o
del aliado de este en Líbano, la milicia chiíta Hezbolá. Aunque no
prevé una escalada de la violencia inmediata en su frontera norte, el
Ejecutivo de Benjamín Netanyahu ha marcado claramente, con tres ataques
en lo que va de año, la línea roja que Siria no debe traspasar. Si el
Gobierno de El Asad vuelve a intentar enviar armamento sofisticado,
procedente de sus arsenales o de los de Irán, a Hezbolá, volverá a
enfrentarse a un nuevo ataque israelí. El ataque del sábado fue mayor de lo que en un principio admitió el
régimen. Inicialmente, Damasco habló de un bombardeo con misiles en el
Centro de Investigaciones Científicas del Ejército sirio,
un conglomerado de instalaciones secretas en la localidad de Jamraya
donde se diseñan los programas armamentísticos del Gobierno.
Posteriormente, amplió los objetivos a tres distintas instalaciones
militares. Los grupos rebeldes indicaron que las otras zonas atacadas
fueron un campamento y un arsenal de armas de la Cuarta División
Acorazada del Ejército, en el monte Qasioun, y unas instalaciones de la
Guardia Republicana en Wadi Barada.
El Observatorio Sirio de Derechos Humanos
añadió este lunes que en la operación murieron 42 soldados sirios. La
agencia oficial de noticias siria, Sana, dijo que, para el régimen de El
Asad, el ataque es indicador de la coordinación entre el Ejecutivo de
Netanyahu y “grupos terroristas”, como la milicia opositora Frente Al
Nusra, que le ha jurado lealtad a Al Qaeda. El ministerio de Exteriores
sirio envió el domingo dos cartas, al Consejo de Seguridad y a la
Asamblea General de Naciones Unidas, en las que tachó de falsas “las
alegaciones hechas por Israel en días recientes para justificar sus
actos de agresión empleando el pretexto de la transferencia de armas
fuera de Siria”. Este lunes, Netanyahu,
de visita oficial en China, habló por vía telefónica con el presidente
ruso Vladimir Putin, con quien “trató de la situación en Siria”, según
el Kremlin. Posteriormente, el Ejército de Israel reabrió el espacio
aéreo civil en el norte del país. En este contexto de tensión, los
líderes militares dijeron que no ven en el futuro inmediato una nueva
guerra con Hezbolá, como la de 2006. “No hay vientos de guerra”, dijo
este lunes el general de división Yair Golan, jefe del Comando Norte del
Ejército de Israel, durante un acto púbñico.
“No es necesario caer en
la histeria, todo está en calma, los residentes del norte pueden dormir
en paz”, añadió. “Las posibilidades de una intensificación de la violencia en el norte
de Israel no son muchas, sobre todo porque al régimen sirio no le
interesa abrir un nuevo frente justo en un momento en el que lucha por
su misma supervivencia”, explica el general de brigada israelí retirado Michael Herzog.
“Lo que podemos ver, en el futuro, son ataques de corte terrorista, de
Hezbolá, a embajadas o contra objetivos civiles israelíes. Pero no creo
que vaya a haber un nuevo conflicto inmediato en la frontera meridional
de Israel”, añade. Hay analistas, sin embargo, que contemplan una posible intervención
de El Asad en el futuro. “El problema es si El Asad deja de ser un actor
racional en el conflicto”, opina Mordechai Kedar, investigador del
centro de estudios estratégicos de la universidad de Bar-Ilan. “No
descarto que en un futuro el régimen de Siria, si gana algo de terreno,
acabe atacando a Israel. El Asad está acorralado, y puede que decida
que, si va a perder esta guerra, la perderá llevándose consigo a los que
pueda”, añade.
Fuente: http://internacional.elpais.com/
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