La nueva generación de submarinos atómicos rusos.


Tras años de retrasos, la Armada rusa ha anunciado que los submarinos que portarán los misiles intercontinentales Bulavá, el orgullo de las Fuerzas Estratégicas, entrarán en servicio en breve. Rusia conserva así la tradición soviética de los submarinos, que fueron, durante la Guerra Fría, el horror de los mares. "Esto es especialmente importante en medio del despliegue de los elementos estratégicos del escudo antimisiles estadounidense en diferentes rincones del globo", dice Vladímir Komoédov, jefe del comité de Defensa de la Duma o cámara de diputados rusa. El diputado da en el clavo el recordar que "Rusia tiene dos tercios de su paraguas nuclear en lanzaderas estacionarias, mientras EEUU cuenta con dos tercios de su arsenal nuclear en submarinos. Ellos tienen todo en movimiento y nosotros tenemos casi todo parado". Aunque esta argumentación parezca un vestigio de la Guerra Fría, desde el punto de vista de la paridad, Rusia necesita nuevos submarinos para reemplazar a los ya obsoletos Akula (Tifón para la OTAN), Kalmar y Delfín (Delta 3 y Delta 4 para los aliados).

El presidente ruso, Vladímir Putin, disipó cualquier duda tras su llegada al poder sobre si estaba dispuesto a seguir adelante en tiempos de crisis con al ambicioso programa de rearme cuyo coste ascenderá a 700.000 millones de dólares. La Armada anunció recientemente que los dos únicos submarinos del proyecto Boréy ya construidos - el Yuri Dolgoruki, el buque insignia, y el Alexandr Nevski -, entrarán en servicio este verano. Además, la estatal Corporación Astilleros Unidos desveló la firma de un contrato con la industria militar nacional para la construcción de cinco nuevos sumergibles de esa clase hasta 2020. En concreto, el Yuri Dolgoruki, que comenzó a ser construido en 1996, tiene 170 metros de eslora, 24.000 toneladas y una velocidad máxima de 29 nudos, y contará con una tripulación de más de cien personas, la mitad oficiales. También tendrá una autonomía de navegación de 90 días y podrá sumergirse a 480 metros de profundidad como máximo. 

Y estará equipado con hasta 16 Bulavá, misiles que portan varias ojivas nucleares capaces de cubrir 8.000 kilómetros de distancia y superar cualquier escudo antimisiles conocido o por conocer. Los próximos cinco submarinos tendrán cabida para 20 misiles intercontinentales. Tanto el Gobierno como el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas consideran que estos submarinos marcarán el futuro del potencial estratégico ruso. El objetivo es contar con ocho submarinos de esa clase, ya que el Vladímir Monomaj estará terminado para 2013. "Estos submarinos permitirán que Rusia garantice la defensa de sus costas y adentrarse unas 1.000-2.000 millas en los océanos. No obstante, la Armada rusa seguirá sin poder realizar operaciones militares a miles de kilómetros de distancia, como hace Estados Unidos", aseguró a este corresponsal Vladislav Shuriguin, experto militar de la revista "Zabtra" (Mañana). Según se supo recientemente, la Armada se propone desplegar los primeros submarinos en los mares del norte. El motivo es que la legendaria base naval cerrada de Viliuchinsk (península de Kamchatka), que acoge desde hace décadas a los submarinos nucleares, antes soviéticos y ahora rusos, no está equipada para el atraque de los sumergibles de nueva generación. 

Con todo, la Armada mantiene intención de emplazar alguno de esos submarinos en aguas del Pacífico con el objetivo de garantizar la defensa de las islas Kuriles, reclamadas por Japón, teniendo en cuenta la escalada de la tensión en la península coreana y entre China y sus vecinos. "Los misiles estratégicos disparan las cabezas nucleares al cosmos, así que no es importante donde se encuentren, en el Pacífico o en el Atlántico. La distribución de las fuerzas estratégicas marítimas responde a la necesidad de dificultar su localización y también para no poner todos los huevos en una sola cesta", opina Vladímir Zajarov, contraalmirante en la reserva, al diario "Izvestia". El destino de estos submarinos irá íntimamente ligado al de los cuatro portahelicópteros de la clase Mistral que Rusia ha negociado con Francia y que serán botados en la segunda mitad de esta década. Según los especialistas, estos buques de desembarco serán desplegados donde se encuentren los nuevos sumergibles. Es decir, en el Pacífico, en el mar Negro, con la vista puesta en Georgia, y, previsiblemente, en el Báltico.

Shuriguin considera que los submarinos de cuarta generación mantendrán ocupada a la industria militar nacional y crearán puestos de trabajo. En cambio, el experto militar independiente Pavel Felguengauer cree que las empresas rusas no podrán hacer frente al encargo, además de que opina que las Fuerzas Armadas rusas necesitan modernizar su armamento convencional y no dedicar todo el presupuesto del rearme a adquirir nuevo arsenal nuclear que nunca será utilizado en combate real. Motivo de orgullo, cuestión de tradición o simplemente delirios de grandeza, el caso es que los submarinos atómicos rusos seguirán siendo un factor a tener en cuenta en las próximas décadas en la guerra larvada por el control de los océanos.

Fuente: http://www.fuerzas-armadas.es

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