Rusia, último escollo para la intervención occidental en Irán y Siria.


El líder ruso, Vladímir Putin, no quiere ni oír hablar de los juegos de guerra de Occidente en Irán y en Siria. Es por eso que Moscú está poniendo toda clase de trabas para que EEUU y las potencias europeas no puedan arrinconar a ambos regímenes con sanciones internacionales, tradicional antesala de una agresión militar. Teherán y Damasco son dos piezas fundamentales en la política exterior y de defensa del Kremlin. Su caída en manos occidentales arruinaría los planes rusos de recuperar la influencia perdida en Oriente Medio y en el Mediterráneo. Lo que aún no se sabe es hasta dónde está dispuesto a llegar Putin para frenar las ambiciones intervencionistas occidentales.

"Irán es nuestro vecino (...), si se ve involucrado en acciones militares, eso sería una amenaza directa para nuestra seguridad", advirtió esta semana Dmitri Rogozin, embajador ruso ante la OTAN. Es verdad, tanto Rusia como Irán están bañados por el mar Caspio, pero ese no es el motivo por el que los rusos se empeñan en vetar cualquier resolución condenatoria tanto del país de las ayatolás como del régimen de Bachar al Assad. Tampoco se trata de una alianza de civilizaciones entre la ortodoxia y el islam.

Rusia se ha convertido en la última esperanza de iraníes y sirios de conservar el estatus quo en sus respectivos países. Pronto el primer ministro Putin regresará al Kremlin y dará una nueva vuelta de tuerca a su política de forjar alianzas con cualquier régimen denostado por Occidente, sea Irán, Birmania o Venezuela. "Estados Unidos no quiere aliados, sino vasallos", dijo recientemente.

La realpolitik de Putin consiste en abogar por un mundo multipolar en el que la defensa de los derechos humanos pasa a un segundo plano. El nuevo dogma es la democracia soberana, es decir, cada país decide cual es el sistema político que más le conviene. Según esa teoría, la intervención exterior en los asuntos internos de los países, aunque responda a motivos humanitarios, está terminantemente prohibida.

Putin no cometerá el error del actual presidente, Dmitri Medvédev, de no vetar la resolución en Libia que permitió la operación militar de la OTAN y el derrocamiento de Muamar el Gadafi. Esa cruzada, como él la definió, echó por tierra más de 4.000 millones de dólares en contratos de armas entre la industria militar rusa y Trípoli. Lo mismo ocurrió en Irak (2003), cuando las petroleras rusas perdieron lucrativos contratos, que fueron a parar a sus homólogos occidentales tras la muerte de Sadam Husein.

Rusia espera construir nuevas centrales nucleares en Irán y seguir vendiéndole armamento. Otro aspecto no baladí es el gas, ya que si en Irán aparece un Gobierno sumiso a Washington, Occidente podrá cumplir su sueño de explotar los hidrocarburos centroasiáticos eludiendo territorio ruso.

En cuanto a Siria, se ha convertido en uno de los principales clientes de la industria militar rusa, como puso de manifiesto la reciente entrega de misiles antibuque Yakhont, lo que provocó una agria protesta de Israel. El país árabe acoge la única base militar rusa en el extranjero (el puerto de Tartus), que recibió recientemente una flotilla de cinco buques rusos comandados por el portaaviones "Almirante Kuznetsov". Aunque la visita estaba prevista desde hacía más de un año, la presencia de los buques rusos inquietó a más de uno. Por si fuera poco, esta semana se informó de que un barco mercante atracó en Tartus con munición y armamento ruso para abastecer a las fuerzas de seguridad sirias.

La Armada rusa regresó recientemente al Mediterráneo tras casi dos décadas de ausencia y Tartus es su cabeza de puente. Los buques rusos no pueden hacer frente a la Sexta Flota estadounidense, pero su travesía por las aguas mediterráneas es un aviso de que Moscú no se quedará con los brazos cruzados, mientras Occidente se hace con el control de toda la región.

Rusia acusa a Occidente de querer aplicar el guión libio en Siria, empezando por el establecimiento por parte de Estados Unidos y Turquía, de un embargo aéreo. Controlada Siria, Irán se encontraría rodeado por los cuatro costados. Es por eso por lo que Teherán también está suministrando armas a Damasco.

La Cancillería rusa puede criticar la decisión de Teherán de enriquecer uranio y la represión violenta de los opositores por parte de las fuerzas de seguridad sirias, pero Moscú no dejará de cooperar en el desarrollo del átomo con Teherán y seguirá insistiendo en que los rebeldes sirios tienen tanta responsabilidad como el Gobierno de Assad de la actual violencia.

Aunque Rusia tiene una larga lista de agravios en lo que se refiere a ser traicionada por sus presuntos aliados, Putin dice que está dispuesto a todo para defender los intereses nacionales en el exterior. China juega también un papel de contrapeso a Occidente, pero es que lo que Rusia se juega es su futuro como potencia regional. El futuro de los regímenes autoritarios de Damasco y Teherán dependerá en gran medida de lo que esté dispuesto a hacer Rusia para defenderlos de la codicia occidental.

Fuente: http://www.revistatenea.es

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