Ucrania, el dilema de Occidente.


Ucrania, el país más grande de Europa tras el gigante del norte, es actualmente un campo de batalla en el que Rusia y Occidente se disputan el futuro del continente. Si Rusia sale victoriosa, lograría hacerse con el control de una buffer zone crucial para hacer frente al imparable avance de la OTAN. En cambio, si es Occidente el ganador, obligaría a Moscú a integrarse definitivamente en la comunidad internacional, bajo amenaza de aislamiento.

"Lo que no entiendes George (W. Bush, presidente de EEUU) es que Ucrania no es ni siquiera un estado. ¿Qué es Ucrania? Parte de su territorio es Europa Oriental, pero la mayor parte se lo regalamos nosotros", aseguró Vladímir Putin, entonces presidente ruso, en la cumbre de OTAN-Rusia en Bucarest en abril de 2008. A buen entendedor, pocas palabras bastan. Los dirigentes rusos suelen referirse irónicamente a Ucrania como la "pequeña Rusia", al igual que Bielorrusia, es como el hermano menor eslavo.

El Kremlin es muy consciente de que Ucrania es un eslabón vital del ideario imperial ruso. Sin Ucrania, Rusia tendría que aplacar sus ambiciones de superpotencia. Siberia tiene los recursos, pero Ucrania es parte de Europa. Es por ello que aceptó incrementar notablemente el pago del alquiler de la base naval de la flota rusa del mar Negro en el puerto ucraniano de Sebastopol en la península de Crimea para prolongar hasta mediados de siglo una estancia que expiraba en 2017. La Armada rusa tiene previsto instalar en la zona nuevos submarinos, fragatas, corbetas y, posiblemente, uno de los portahelicópteros Mistral que construirá conjuntamente con Francia.

Moscú parte con ventaja, ya que más de la mitad de Ucrania, precisamente las regiones orientales, que son las más industriales, habla ruso y recela de Kiev. Otro factor es que la economía ucraniana, especialmente la industria metalúrgica y aeronáutica, está muy entrelazada con la rusa. Por eso, Putin ha recurrido a los cantos de sirena para que Kiev renuncie a las aspiraciones europeas y se integre en la Unión Aduanera con Rusia, Kazajistán y Bielorrusia, una especie de renacimiento del COMECON liderado por la URSS.

No obstante, Occidente no tiene motivos para desesperar, ya que el presidente ucraniano, Víctor Yanukóvich, no era tan prorruso como se pensaba. Es verdad que en su discurso de investidura aseguró que Ucrania reforzaría las relaciones con Rusia y que permanecería al margen de los bloques militares, sea la Alianza Atlántica o la nueva alianza militar postsoviética.

Pero, los hechos demuestran que Yanukóvich ha acelerado las negociaciones con la Unión Europea para la creación de un acuerdo de asociación y una zona de libre comercio. Además, ha demandado revisar los contratos de gas suscritos en 2009 con Rusia e incluso ha condenado a la ex primera ministra, Yulia Timoshenko, a siete años de cárcel por ordenar su firma. Incluso Putin ha puesto el grito en el cielo.

Yanukóvich ha decepcionado a los que en Moscú creían que daría la espalda a Occidente y se entregaría en los brazos del oso ruso. Nada más lejos de la realidad. Es por eso que, pese a las apariencias, es poco probable que la UE suspenda las negociaciones con Ucrania por el caso Timoshenko. Hace muchos años, como quedó de manifiesto en Bielorrusia y Uzbekistán, que la realpolitik ha conquistado las almas de los funcionarios europeos. Y Ucrania es un pez demasiado grande como para dejarlo escapar. Estamos hablando de cerca de 50 millones de habitantes. Un país con una rica cuenca hullera, una potente industria pesada y el mar Negro, objeto de deseo occidental desde tiempo inmemorial.

Ucrania no es Rumanía o Bulgaria, es más bien como Polonia, pero más grande y más rica. Es verdad que la UE tendría problemas para digerir una población tan grande, pero nadie habla por ahora de ingreso. Se trata más bien de integrar a la sociedad ucraniana postsoviética en la economía europea, precisamente la zanahoria que les alejará de la influencia rusa. Esto no debería ser tan difícil, ya que Ucrania ya es miembro de la OMC, algo que los rusos aún no han logrado.

Una victoria occidental en Ucrania mataría dos pájaros de un tiro, ya que, en ese caso, Rusia se vería obligada a repensar su política hacia su extranjero cercano, toda vez que los tres bálticos, Georgia y Azerbaiyán han optado ya por Occidente. Bien es verdad, que el Kremlin puede optar por orientarse hacia Asia, pero nunca podrá dar la espalda a Europa.
 
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