Lo que esconde Pekín.

                                                                    Prototipo del caza J-20

La publicación del último documento de defensa chino ha dejado un sabor agridulce en muchos analistas. Aunque lo consideran un paso


adelante hacia una mayor transparencia, destacan sus muchas omisiones. Cuestiones de primer orden como el primer portaaviones, el programa de misiles balísticos anti-buque, o el caza J-20, no han merecido ningún apartado y despiertan serias dudas sobre las intenciones reales de China. 

Dos años son mucho tiempo en el Pacífico, y es cada dos años cuando Pekín publica su documento de defensa, en teoría destinado a narrar los principales cambios y desarrollos en dicho campo. Se trata de un texto esperado con impaciencia por todo tipo de actores, desde los gobiernos y fuerzas armadas de la región, hasta los académicos especializados en el gigante asiático o en la política de seguridad y defensa en Asia. 

La existencia misma de este documento, publicado por primera vez en 1998, constituye un hito destacado en la historia de un régimen no caracterizado por la transparencia. Supone un indicador de hasta qué punto el ascenso chino corre paralelo a la aceptación de determinadas reglas, como esperan, al menos públicamente, los principales actores internacionales, o por el contrario supone el fin del concierto internacional en Asia y el retorno al sistema tributario vigente durante muchos siglos. 

                                                                                      Coronel Geng Yansheng, portavoz del
                                                                                             Ministerio de Defensa chino
                                                                  
           


Un texto blando
Una vez conocida su última versión, sin embargo, han quedado claras dos cosas. mEn primer lugar, la ausencia de aspectos de primer orden sobre el rearme chino. No hablamos de falta de detalles o de tratamiento superficial, sino pura y llanamente de omisiones. Estos agujeros contrastan con el detalle con el que se discuten algunos aspectos secundarios, por ejemplo el número de juicios celebrados por la jurisdicción militar.

En segundo, el tono del documento, centrado en destacar el poder blando chino y el carácter supuestamente defensivo de su rearme. Mientras que acciones como la destrucción de un satélite quedan en el tintero, se dedica un notable espacio a las operaciones humanitarias en países como Haití, la intervención en desastres naturales en China, las obras públicas, o la lucha contra la delincuencia. Por ello, más que calmar las voces que temen que Pekín emplee su creciente poderío para imponer su ley en su periferia y proyectar poder en el Pacífico y el Índico, el texto refuerza las sospechas sobre las intenciones reales de China. 

Sorprende también la falta de referencias al primer portaaviones, un programa que ha hecho correr ríos de tinta y que indudablemente supondrá un salto cualitativo de primer orden en la capacidad china de proyección de fuerza. Es más, en una rueda de prensa presentando el documento, el coronel Geng Yansheng se mostró visiblemente incómodo al respecto, absteniéndose de responder. 

En la actualidad, China está terminado el antiguo portaaviones soviético Varyag, que adquirió inacabado a Ucrania, mientras se espera que bote su primer portaaviones convencional de fabricación íntegramente nacional hacia 2015, seguido de uno de propulsión nuclear en torno a 2020.

Los misiles balísticos anti-buque constituten otro notable olvido. Esta tecnología, que despierta una enorme preocupación en medios navales norteamericanos, japoneses, y taiwaneses, responde a dos preocupaciones esenciales para Pekín. Excluir a las armadas extranjeras de su zona económica exclusiva, modificando el significado de dicha institución, y obstaculizar la llegada de unidades navales a Formosa durante una crisis. Según fuentes estadounidenses, el programa alcanzó a finales del año pasado una capacidad operativa embrionaria. 

                                                                                          Tripulación de un helicóptero de la
                                                                              Armada china preparándose para el despliegue 
                                                                                                          en aguas somalies

Tampoco se menciona el ensayo antisatélite de enero de 2010. Este hecho, tras una prueba similar en 2007, confirmó que China está

adquiriendo gradualmente una capacidad de poner en riesgo los activos espaciales de otros países en tiempos de crisis. Sumado a que en 2010 Pekín lanzó tantos satélites como Washington, pone de manifiesto que el consejo de El Arte de la Guerra de ocupar el terreno más alto no ha sido olvidado. 

Sí, en cambio, se discute el despliegue naval contra la piratería en el Golfo de Adén. Se trata de una operación ambigua, que por una parte nos muestra al gigante amarillo colaborando en la lucha contra una amenaza sobre la economía global de primer orden, es decir esa China ciudadana global con la que tantos sueñan, mientras que por otra constituye un recordatorio de lo mucho que ha crecido su capacidad de proyectar poder, incluido el despliegue del Kunlun Shan, un buque de asalto anfibio capaz de transportar unos 800 infantes de marina y 20 vehículos. 

Falta de transparencia
Este rápido recorrido por algunas de las omisiones más flagrantes demuestra sin lugar a dudas que el último documento de defensa casi esconde más que muestra. Bajo las buenas palabras y las grandes proclamas se encuentra a faltar la respuesta a preguntas clave como los planes chinos en materia de portaaviones o el papel de las armas espaciales ofensivas en la doctrina militar del país.
Evidentemente nadie espera que Pekín revele secreto alguno, pero sería muy positivo que tratase abiertamente estas cuestiones, sentando las bases de un diálogo en profundidad que acabe muchas suspicacias que rodean a sus fuerzas armadas. 

Si el régimen chino persiste en pretender ocultar estas materias, puede acabar provocando una respuesta aun más intensa de India o Japón, que neutralice en parte la ventaja en el equilibrio de poder conseguida a su favor los últimos años. De hecho, es dudoso que en las capitales asiáticas y Estados Unidos tengan credibilidad las proclamas chinas sobre sus intenciones pacíficas, pero el tono del documento podría tener otro objetivo, allanar el camino hacia el levantamiento del embargo armamentístico impuesto por la Unión Europea. Por desgracia en el ViejoCcontinente aun hay quien cree en cuentos de hadas, y la tecnología europea sería un plus de primer orden para las capacidades bélicas chinas. 

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